13.11.07

Ese enorme montón de mierda de caballo

Hace unos meses hablaba aquí del Museo de la Creación en Petersburg. No muy bien, por cierto. Sin embargo, es posible que la opinión de John Scalzi tenga más valor que la mía, ya que él sí que ha estado allí. Scalzi, a quien muchos solicitaban un artículo sobre el museo, desafió a sus lectores: iría al Museo de la Creación si durante la siguiente semana reunía al menos 250 dólares en donaciones, que destinaría a Americans United for separation of Church and State (Americanos unidos por la separación de la iglesia y el estado). Bautizó el desafío como "Drag Scalzi's ass to the Creation Museum" ("Arrastra el culo de Scalzi al museo de la creación", en traducción literal).

Se ve que había gente interesada en una crítica de Scalzi al museo, porque en el plazo de una semana recibió 5.118,36 dólares. Y cumplió sus promesas: visitó el museo, hizo un apunte en su blog relativo a la visita y donó la cantidad recibida a la mencionada fundación. He traducido la primera parte de esa entrada para que se hagan una idea, pero recomiendo la lectura íntegra del artículo.

Primero imagínate, si quieres, un montón de mierda de caballo. Y no estamos hablando de un montón ordinario de mierda de caballo, no, hablamos de un montón de mierda de caballo colosal. Un montón de mierda de caballo épico. La clase de montón de mierda de caballo que ha ido creciendo a lo largo de décadas y ha desarrollado su propio ecosistema, desde los trocitos de larva de mosca en la parte externa hasta el recalentado y descompuesto núcleo, generador de niveles explosivos de metano, con su festín de bacterias felices sobre mierda añeja y líquida. Es un montón hercúleo de mierda de caballo, amigos, de los que no se han visto desde los días de Augías.

Y lo miras y piensas: “Vaya, qué montón de mierda de caballo”.

Pero entonces aparece un tío. Y a ese tío le encanta el montón de mierda. ¿Por qué? Bueno, quién sabe. ¿Cómo es un tío al que le gusta un montón de mierda de caballo? Está más allá de tu comprensión y seguramente ni siquiera querrías saberlo aunque pudieras; tal vez es una de esas cosas que hacen pensar a uno en el camino que lleva al manicomio. Pero encantarle, le encanta, y no es el único; la admiración por este montón de mierda de caballo en concreto es indescriptiblemente amplia. Este montón de mierda de caballo tiene sus abogados.

Pues este tío al que le encanta el montón de mierda de caballo decide que va a hacer algo: le va a dar un hogar. Y no cualquier hogar, porque como no es un montón de mierda de caballo corriente, su hogar no puede ser un contenedor corriente de mierda de caballo. De modo que el tipo construye un templo para el montón de mierda de caballo. Los mejores arquitectos proyectan las dimensiones del templo; los más célebres constructores levantan columnas alrededor del montón de mierda de caballo y las coronan con una cúpula elegante y bien resuelta; y cada superficie del templo está revestida de mármol Italiano del bueno por los mejores mamposteros en un radio de tres estados. El montón de mierda de caballo se rodea de asientos cómodos, para que la gente pueda admirarlo mejor; se contrata a profesores para que describan como expertos su historia y características; se organizan eventos multimedia para explicar su naturaleza superior, en relación no sólo con otros montones de mierda de caballo que podrían competir en “montonismo” y “mierdadecaballismo”, sino también con otras cosas sin relación alguna que pueden o no ser montones de algo, aunque en ningún caso de mierda de caballo.

El tío que construyó el templo, satisfecho con la idea de que éste representa su amado montón de mierda de caballo del mejor modo posible, abre el templo al público, no sólo para atraer a los entusiastas habituales de la mierda de caballo, sino también, probablemente, para animar a otra gente a venir y observar la mierda de caballo, y también, quizás, quién sabe, admirar su “montonismo”, o el simplemente el modo en que se encuentra apilada, asintiendo ante las explicaciones racionales acerca de su excelencia o aplaudiendo deslumbrada y tomando fotos cuando una marejada de metano produce un suspiro húmedo y acre en el montón de mierda de caballo.

Una vez hecho todo esto, el tipo se gira hacia ti y te pregunta qué opinas de todo esto ahora, ahora que este maravilloso edificio ha sido gloriosamente levantado y las masas se reúnen en él para celebrarlo. Y piensas: “Bueno, está todo muy bien. Pero sigue siendo sólo un enorme montón de mierda de caballo”.

Y esto es, en suma, el Museo de la Creación. Veintisiete millones de dólares se ha pagado por el mayor monumento a un enorme montón de mierda que jamás hubierais podido imaginar. Me lo pasé bien en la visita, admiré la pericia con la que todo aquello se había realizado y en ningún momento me convencí de que aquello que veía no era ni más ni menos que mierda de caballo. ¿Mierda de caballo popular? Sin duda. ¿Mierda de caballo sostenida por la tradición y consagrada por el tiempo? Desde luego. ¿Mierda de caballo de la mejor calidad? Ni se me ocurriría discutirlo. Pero aun así, mierda de caballo. Auténtica mierda de caballo. Mierda de caballo genuina. Mierda de caballo total. Mierda de caballo, mierda de caballo, mierda de caballo. Me da pena la gente que se la ha tragado entera.



Vía BoingBoing


2 comentarios:

Evil Preacher dijo...

Impecable descripción.

Anónimo dijo...

Buenísimo. He estado descojonándome un rato.

 
Blogger Template by Blogcrowds