6.6.05

El soñador serbio


Entre El soñador serbio y su última conversación con Jelena, Joseph K. se puso a pensar en los sueños lúcidos, es decir, aquellos sueños en los que uno tiene conciencia de que esta soñando, y por lo tanto puede controlar absolutamente el desarrollo del sueño (1).

Cientos de veces sucede: soñando, dentro del sueño, Joseph K. tiene oportunidad de hacer algo (generalmente, por qué no decirlo, relacionado con sexo o dinero) que no hace por miedo a las consecuencias que se darían si hiciera esas mismas cosas en la vida real. Porque cuando soñamos creemos que estamos viviendo la realidad, sin darnos cuenta de que las reglas que rigen en la realidad no son las mismas que rigen en los sueños. Efectivamente: en los sueños, en el mundo de los sueños, no hay reglas. Pero sólo podemos aprovecharnos de esa inexistencia de reglas si somos conscientes de que soñamos.

Y es ahí donde surge la teoría del soñador serbio (Aleksandar Zograf): la técnica del sueño consciente requiere un factor esencial, que podemos denominar, usando esa terminología hitchcockiana que tanto entusiasma a Joseph K., el macguffin. El macguffin es el dato, criterio, objeto, recuerdo o cualquier elemento que permite saber al que sueña que efectivamente está soñando. Pongamos que un día Joshuah se corta el pelo, y esa noche tiene un sueño en el que se mira en el espejo y aparece con el pelo largo. Aquí, el pelo largo es el macguffin, que podemos definir como error inconsciente, o error onírico; el subconsciente comete un error, e introduce en el sueño un dato que contrasta con la experiencia de la vigilia. La mayoría de las personas, sin embargo, pasamos por alto este tipo de detalles; hay que ser un verdadero onironauta, o soñador lúcido para reparar en ellos. Los demás, cuando despertamos, a veces recordamos el sueño, y pensamos: “hoy soñé que todavía tenía el pelo largo”. Nuestra parte consciente no ha estado atenta durante el sueño.

El macguffin del soñador serbio era tan sencillo y tan terrible como la felicidad. Durante la guerra en Yugoslavia, su vida en el campo de refugiados, sus huidas de los francotiradores, su sufrimiento físico y psíquico eran tan terribles y tan duros que cuando sentía felicidad o bienestar, sabía que estaba soñando:

“…cuando soñaba era libre. Disfrutaba enormemente de esa libertad. E incluso empecé a notar que cuando las cosas resultaban buenas y agradables era porque aquello tenía que ser un sueño. Es así como alcancé el estado de lucidez en mis sueños.”

Jelena le habló a Joseph K., en Munich, de los bombardeos en Belgrado. De las noches en vela, todos en el refugio, y las súbitas explosiones. De la incertidumbre: ¿dónde habrá caído esa bomba? Joseph K. le contó lo de Aleksandar Zograf. Jelena le dijo que durante la época de los bombardeos, por la noche sólo tenía pesadillas.

(1) Por otro lado, no hay que olvidar, aunque eso es materia para otro escrito, lo que dice Novalis acerca de los sueños: “estamos próximos a despertar cuando soñamos que soñamos”. Edgar Allan Poe dice, por boca de Augustus Bedloe, protagonista del relato Un cuento de las Montañas Escabrosas, que cuando uno sueña y en el sueño sospecha que sueña, la sospecha nunca deja de confirmarse y el durmiente siempre despierta de inmediato. Siguiendo a Novalis y Poe, este escrito carece de sentido. Pero, por si de algo sirviera, recordaré que uno y otro anteceden a Freud en el tiempo, y Freud se dedicó durante gran parte de su carrera da destrozar todas las teorías sobre el sueño y el subconsciente que hasta entonces se habían sostenido. Sin embargo, dudo que al lector le interesen estas disquisiciones, por lo que pido disculpas e invito a la continuación de la lectura, ignorando, en la medida de lo posible, el contenido de esta nota a pie de página, aunque, claro, lo leído, leído está.

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