El Dr. Wong, nacido en 1869 en Rangún, médico, veterinario y botánico, inventor, según se dice, de multitud de remedios para enfermedades humanas, animales y vegetales en su época consideradas incurables, es más bien recordado, desgraciadamente, por el descubrimiento de una técnica tildada por los espíritus más susceptibles de su tiempo, de mefistofélica, aunque, si me lo permiten, describiría yo como simplemente cruel y, eso sí, sumamente desagradable.
Al doctor, alarmado por el descenso de la clientela de su consulta, y por la inexistencia en la pobre región de fortunas dispuestas a financiar sus proyectos de investigación o adquirir las bellas flores que hacía crecer en su jardín, teniendo en cuenta además que prestaba atención médica a personas y animales de modo gratuito o, en todo caso, a muy bajo precio, se le ocurrió un objeto de comercio del que pronto, para desgracia suya, se hizo eco toda Birmania.
El Dr. Wong comenzó a fabricar gatos embotellados. De tarde en tarde, salía a buscar gatas a punto de dar a luz, y robaba parte de sus crías. Las tomaba recién nacidas e introducía cada una en una botella de cristal. Luego iba alimentando a los animalitos, primero directamente (durante las dos primeras semanas podían beber la leche que el doctor introducía en las botellas), y más tarde por medio de una sonda. Los gatos, poco a poco iban creciendo, tomando la forma de la botella, hasta que morían por falta de aire y espacio vital. Cuando esto sucedía, sellaba herméticamente las botellas con tapones metálicos y con lacre. El resultado, por lo tanto, era una botella decorativa con un gato muerto en su interior, que el doctor comenzó a vender a sus pacientes, y que al poco tiempo se convirtió en un negocio que mejoró sustancialmente su situación económica.
Su empresa fracasó en pocos meses, pero hay algo que merece la pena contar: sucedió que un día, cuando comenzó a crecer el pelo del gatito de una de las botellas, descubrió que se trataba de un ejemplar único, de un hermoso color nogalino, e inmediatamente procedió a romper, con sumo cuidado, la botella. Por las noticias que tenía, se trataba, efectivamente de un caso absolutamente excepcional, producto de una mutación genética, según corroboraría algunos años más tarde el Dr. Joseph Thompson, aunque eso ya es otra historia. Dicen algunos expertos en la materia que Wong Mau (pues ese fue el nombre que Wong dio a su amado animal) es el origen de toda una raza, la del gato birmano, cuya característica es, precisamente ese color castaño que al Dr. Wong tanto entusiasmó, y que, según estudiosos procede del cruce entre un gato castaño oscuro de Birmania y un siamés, sin olvidar la extraña mutación a la que ya se hizo referencia.
La definitiva razón por la que Wong dejó el negocio de los gatos embotellados fue su secuestro y posterior ejecución en 1938 por la secta Mau Lo, que tiene a los gatos por animal sagrado y, evidentemente, consideraba sumamente blasfemas las actividades del doctor.
27.6.05
Dr. Wong y los gatos
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