18.3.08

Ya llega la primavera

Si uno vive en cualquier lugar del mundo que no sea éste, la llegada de la primavera se caracteriza por un paulatino aumento de las temperaturas, una escalonada prolongación del día, un repentino abandono de los abrigos, el despertar, un día cualquiera, con el canto de los pájaros, un árbol lleno de flores de camino al trabajo, y así hasta un sinfín de imágenes que no es necesario enumerar porque puedo llegar a aburrirles si es que todavía no lo he hecho.

Sin embargo, aquí las cosas son distintas. La llegada de la primavera la anuncian el ruido ensordecedor de una batalla urbana, gigantescas tiendas de campaña que sitian calles y avenidas, los coches que invaden las aceras, el humo que enturbia el aire cada mañana, pantagruélicos monumentos al horror que sitúan a los monstruos imaginados por Lovecraft a la altura de abrazables ositos de peluche, hombres disfrazados de Gregor Samsa sin saberlo (no pueden ser conscientes, desde luego, si se atreven a salir así a la calle), mujeres vestidas de adorno de palacio de Saddam Hussein, preciosa, reina, qué rebonica que estás.

Me voy. Y no volveré hasta que vea arder la ciudad desde mi retiro, hasta que esos monstruos queden convertidos en cenizas y la gente vuelva a darse cuenta de que debajo de las brasas se esconde el motivo de que sigamos aquí a pesar de todo.



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