27.11.07

El entierro

Mañana soleada y fría, corbata negra.

Rudolf me espera en la puerta de su casa. Tiene los ojos rojos. Yo no. No he llorado. Ni anoche ni esta mañana. Ayer me dijeron que Elder había muerto. He pasado el tiempo viendo viejas fotos de los tres, pensando en los viajes que hicimos y en los que no llegamos a hacer. He acabado con dos paquetes de lucky recordando los tiempos en que empezábamos a fumar. Elder, Rudolf y yo.

Rudolf sube al coche. No dice nada, y yo tampoco. Permanecemos así hasta que pasamos junto al bar de Charlie. Entonces Rudolf me dice que pare. Propone tomar algo. Miro el reloj, todavía es pronto. Paramos.

Pedimos dos cafés, y los tomamos a pequeños sorbos, cada cual en su mundo. El sueño, el trauma y la tristeza hacen bullir, removerse y saltar imágenes en mi recuerdo: Elder riendo en la playa, Elder y Rudolf convenciéndome para ir a trabajar juntos a Holanda, Elder tratando, con poco éxito, de seducir a una muchacha sólo un par de mesas más allá de ésta en la que nos encontramos ahora Rudolf y yo tomando un café.

Elder moribundo en su cama del hospital.

Hace tantos años de tantas cosas.

Por fin, Rudolf habla. Recuerda en voz alta una de las estúpidas y divertidas ideas que pasaban por la cabeza de Elder y que éste compartía con nosotros. Estábamos los tres en el paseo, era verano y mirábamos a un imbécil que molestaba a los bañistas con una cometa. ¿Sabéis lo que sería embarazoso?, preguntó Elder. Nos giramos hacia él, esperando la respuesta. Estar en un entierro y que te entre un ataque de risa, dijo, eso sería embarazoso.

El recuerdo me hace sonreír. Podría contestar ahora con otra anécdota de las muchas que pueblan nuestra memoria común, la de Rudolf, Elder y yo. Pero en lugar de eso pago y digo que se está haciendo tarde, vámonos.

Ni Rudolf ni yo hemos estado antes en el cementerio, por lo que no sabemos muy bien qué hacer, adónde ir. Afortunadamente, Rudolf ve a unos metros a quien identifica como el primo de Elder, aquel que nos caía tan mal. No recuerdo al tipo, pero me fío de la memoria de Rudolf y seguimos al primo. No pasan más que unos segundos hasta que vemos que se dirige hacia un grupo de unas treinta personas junto a un féretro. Ahí está la madre, cuyo llanto se agudiza al vernos. Nos abraza, quiero pensar que como si creyera que abrazándonos también abraza en cierto modo a su hijo. Enseguida me doy cuenta de que eso es una tontería. Con un leve gesto de cabeza, saludamos al resto de la gente, a la que no conocemos. Rudolf estrecha la mano del primo, y me lo presenta. No oigo bien cómo dice que se llama el tipo, pero tampoco me importa mucho, por lo que hago como si nada. Y desde luego sigo sin recordarlo, y parece que él a mí tampoco me recuerda. Le estrecho la mano y sigo mi camino hacia el borde de la multitud.

Un cura dice no sé qué barbaridades sobre la vida que espera a nuestro amigo muerto. Sé que Rudolf está pensando, y lo sé porque también lo estoy pensando yo, que el cura no estaría ahí si Elder hubiera tenido algo que ver con la organización de su propio entierro. O al menos mantendría la boca cerrada. Trato de recordar al Elder feliz y sonriente, pero sólo me viene a la cabeza la imagen de Elder entubado en la cama del hospital con su madre velándolo día y noche. Ahora sí que tengo ganas de llorar.

Y Rudolf, entonces, muy, muy bajito, sin alzar la mirada del suelo, me susurra un pensamiento: ¿sabes qué sería embarazoso ahora? Levanta la cabeza y nos miramos con una sonrisa torcida. Ambos sabemos que en pocos minutos estaremos sufriendo por no poder contener la risa.

2 comentarios:

rfm dijo...

sepan los lectores que ésta es una segunda versión del relato. cometí el error de escribir la primera usando el scribefire y se fue a la mierda. los demandaré por daños morales.

sepan también que creo que la primera versión no era ni mejor ni peor que ésta. salvo que no les haya gustado mucho, en cuyo caso les ruego que tengan la bondad de pensar que la versión perdida era mejor.

saludos

sergisonic dijo...

(en el cementerio)
-Levantemos nuestras copas por el cabrón de Elder, que debe estar buscando la primera cafetería donde seducir a alguna muchacha... No sea que lleguemos pronto nosotros. ¡Por el cabronazo de Elder!

Unas risas por él.

sergi

 
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