15.3.06

Viaje de ida/viaje de vuelta

Viaje de ida

Sucedió en el Instituto de Arte Moderno, la exposición era de Charles Simonds. Pequeñas ciudades (no maquetas, sino realmente pequeñas ciudades) donde vivieron fantásticos hombres diminutos, los "little men"; restos de una civilización desaparecida desde siempre. Las ruinas de aquellas construcciones mitológicas contenían rastros de vida, de una riqueza extinguida. Todo inerte en esos paisajes fantasmagóricos, tal vez marcianos o lunares, pero se adivina que alguna vez, hace tiempo, pequeños seres habitaron esas tierras.

Y, de repente, ahí estaba yo. En el centro de ese pedazo de mundo extraño, sobre una colina rojiza desierta estaba yo, un "pequeño hombre", caminando decididamente, lejos de todo, dejando sólo mis huellas, llevándome sólo mis recuerdos.


Viaje de vuelta

El tren rompe la noche, atraviesa el frío, cabalga hacia el mar, mi casa. La luna se mueve rápidamente tras las nubes.

En pantalla, un gran duelo de actores: Tony Curtis está a punto de descubrir, gracias a Henry Fonda, que él mismo es el estrangulador de Boston. Todo se detiene, y los recuerdos de la noche anterior revolotean dentro de mi cabeza. Estoy confuso.

Primero la conversación, la bebida, la risa, la gente. Después, los besos, las caricias, el amor, la complicidad, la ternura. Oír, al despertar, la respiración de otra persona a mi lado. Ella abre los ojos y sonríe. Todo sigue igual, todo es perfecto.

Una ducha, un paseo, una cerveza que acabe con la resaca de una vez por todas. Una sobremesa cálida y tierna. Una despedida: todo sigue igual, todo ha sido perfecto.

El tren se abre paso a través de la oscuridad y la lluvia. Ya veo las luces de mi ciudad. Tony Curtis está llorando. Yo no. Todo está cambiando. Todo va a ser perfecto.

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